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Un extraño mensaje de París a Colombia. Por: Eduardo Mackenzie

Un extraño mensaje de París a Colombia. Por: Eduardo Mackenzie

El gobierno francés tiene en Nueva York una alta funcionaria que se ocupa, entre otras cosas, de observar los asuntos colombianos. Ella acaba de hacer una declaración importante ante el Consejo de Seguridad (el 12 de octubre pasado) que muestra, sin embargo, el poco conocimiento que tiene ese despacho de la realidad colombiana.

La señora Isis Jaraud-Darnaut, “consejera en asuntos globales” de la representación de Francia ante la ONU (ese parece ser su título oficial), no sabe cómo se llama el ministro colombiano de Relaciones Exteriores. En su intervención (1), ella saludó la presencia del “señor Álvaro Duran” (sic) sin sospechar que el nombre correcto del ministro es Álvaro Leyva Durán.

En el ámbito diplomático esa falta de precisión es incomprensible, aunque es un error menor frente a lo que ella dijo enseguida: “La nueva política de las autoridades [colombianas] en cuanto a la sustitución de cultivos ilícitos es bienvenida”. Esa “nueva política” fue resumida por Gustavo Petro el pasado 20 de septiembre en su discurso ante la asamblea general de Naciones Unidas: que la guerra contra el tráfico de drogas fracasó, que hay que cesar ese combate, que consumir cocaína no hace “tanto” daño. Petro quiso abrir allí un debate mundial y para eso hizo una comparación absurda: “¿Qué es más venenoso para la humanidad, la cocaína, el carbón o el petróleo?”

Gustavo Petro afirmó además que la cocaína es irrelevante, que sólo causa muertes cuando está alterada por otras sustancias, que con las ganancias de la legalización de ese tráfico (y de todas las drogas) se podrían financiar programas sociales. Petro abogó ante las Naciones Unidas por una “nueva política” consistente en cruzarse de brazos ante el tráfico de drogas y ante la instalación universal de la nueva corriente del narco-comunismo-ecologista, en vista de que las medidas contra el calentamiento global “también han fracasado”. Resultado: hay dos propuestas ya en Colombia para legalizar las drogas. Una de ellas fue lanzada por el director de Impuestos y Aduanas, Luis Carlos Reyes: legalizar la cocaína y cobrarle impuestos “para controlar su consumo” (¡!) lo que ha generado agrias reacciones en el país.

Isis Jaraud-Darnaut le ha dado un respaldo a esa estrafalaria mitología. Empero, la prensa francesa no se da por aludida. Tampoco un solo vocero del gobierno ni de la oposición se pregunta qué significa el aval de la funcionaria a tal orientación sobre las drogas.  ¿Qué dice el Quai d’Orsay al respecto? ¿El presidente Emmanuel Macron respalda la idea de cesar la lucha contra el tráfico de drogas?

“Francia saluda el compromiso asumido por el Presidente de Colombia de implementar el Acuerdo de Paz en su totalidad”, agregó la asesora. La salva de  aplausos a Petro continuó con un saludo a “la reanudación de negociaciones de paz con el ELN”, al hipotético “llamado al cese al fuego lanzado por el presidente Petro hacia todos los grupos armados”, al “informe de la comisión de la verdad” y, obviamente, a la actividad de la JEP, un tribunal surrealista diseñado por las Farc para dejar sin sanción a los jefes de esa vasta organización criminal.

Lo paradójico es que, luego de aprobar tales orientaciones, la consejera admitió estar muy preocupada “por el nivel de violencia que afecta a muchas regiones de Colombia”. Isis Jaraud-Darnaut no se pregunta si la violencia terrorista que sigue sufriendo Colombia (asesinatos de policías y de activistas sociales, atentados contra cuarteles militares y de la policía, auge de la delincuencia en las ciudades, aumento de los cultivos ilícitos y del tráfico de cocaína, invasiones de propiedades agrícolas, amenazas a los periodistas y hasta un atentado contra Iván Duque, el anterior presidente de la República, al final de su mandato) es una secuela del “acuerdo de paz” de La Habana que ella saluda.

Ella aplaude “el empeño del gobierno en hacer más en cuanto al acceso a la tierra y de reforma rural”. ¿Ignora acaso que una especie de “reforma agraria” por la fuerza está en curso, mediante invasiones de explotaciones agrícolas y ganaderas por civiles armados, contra propietarios y cultivadores que no pueden contar con el apoyo de la fuerza pública pues ésta tiene órdenes de no interferir en esos asuntos?

¿La señora Jaraud-Darnaut se pregunta por qué ese “acuerdo de paz” no trajo la paz a Colombia? Ella ignora probablemente que el pacto Timochenko-Santos  de 2016 agravó la violencia, desordenó las instituciones (Colombia es el único país del mundo regido por dos constituciones: la de 1991 y la del “acuerdo final” con las Farc), ayudó a la expansión de las estructuras narco y narco-comunistas y, exigió, al mismo tiempo, el deterioro logístico, jurídico y psicológico de las fuerzas militares y de policía.

Por eso el llamado de la diplomática francesa a “fortalecer la presencia del Estado en las áreas históricamente desatendidas por el Acuerdo” y a “fortalecer las garantías de seguridad para las personas defensoras de derechos humanos y líderes sociales y también para los excombatientes que han depuesto las armas”, y a adoptar el método del “diálogo a nivel local”, es incongruente. La orientación del nuevo gobierno es que la fuerza pública “a nivel local” converse con la delincuencia en lugar de restablecer el orden, se deje desarmar, secuestrar y humillar “a nivel local” por milicias indígenas en lugar de combatirlas. Ese enfoque busca el derrumbe del Estado democrático-liberal y debilita la seguridad de los colombianos.

La visión de la asesora es, pues, libresca y superficial. Ella descarta el trabajo de decenas de empresarios, economistas y politólogos que demuestran que lo pactado en La Habana es la causa principal del aumento de la inseguridad en Colombia y que tal opinión es compartida por historiadores, sociólogos, periodistas y editorialistas, así como por organismos de derechos humanos.

“No soy favorable a la legalización del cannabis”, declaró el presidente Emmanuel Macron en marzo de 2022 durante su campaña por la reelección. La Policía y la Gendarmería de Francia luchan a diario en una docena de ciudades para erradicar las violentas redes de microtráfico, sobre todo en Marsella, Perpignan, Paris, Nantes y Lille. Si la línea en Francia es tolerancia cero con los narcotraficantes ¿por qué es declarado “bienvenido” el enfoque opuesto de Gustavo Petro?

Una explicación de la señora Jaraud-Darnaut no sobraría.

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