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Papelón y lucha sindical. Por: Ariel peña

El gobierno de Gustavo Petro junto a los que convocaron las marchas del 15 de noviembre, con motivo de la celebración de los 100 días de la instalación del nuevo inquilino en la Casa de Nariño, están pasando de agache  por el papelón que hicieron en esa jornada,  contando con la anuencia de los grandes medios de comunicación, que omiten hacer balances y análisis acerca del acontecimiento, en donde  también se destaca la división del movimiento sindical frente  a  ese hecho, dado que  se acometió en contra de la unidad sindical por parte de  algunos dirigentes de  centrales obreras, llamando a machar y,  desestimando la independencia que se debe tener ante cualquier gobierno.

En el siglo XX, al único gobierno que apoyo el  sindicalismo  en la calle, fue al de Alfonso López Pumarejo con la CTC(Confederación de  Trabajadores de Colombia), y desde ese entonces, jamás se ha prestado para apoyar gobierno alguno, pues eso negaría la autonomía y el pluralismo que son la razón de ser en el movimiento de los trabajadores; así que el fiasco que tuvieron con  las marchas a favor de Petro el pasado 15 de noviembre, se circunscribe históricamente dentro de algo inédito, que no corresponde  a los principios y valores sindicales.

Así pues, el fracaso que tuvo el gobierno con las manifestaciones, demuestra  que es una especie de  gigante con pies de barro, debido a que es claro que el poder no sólo se ejerce  con la burocracia del estado, sino  también con la movilización en la calle; de manera que vale la pena preguntar ¿cuál poder popular? Puesto que no hay que ignorar que para Gustavo Petro,  desde  hace rato, la movilización social y sindical ha sido su fuerte, factor determinante que lo condujo a la presidencia de la república; algo en lo que sigue insistiendo para defender a  su gobierno, pero que le ha salido muy mal  en la primera   oportunidad,  con lo  acaecido el 15 de noviembre, en donde las excusas sobran; pero los hechos son tozudos, para que no quede la menor duda.

Por el  papelón que hizo el   gobierno en las movilizaciones que buscaban respaldarlo; las implicaciones políticas no deberían dar espera y algunos  altos funcionarios tendrían que renunciar, dado que se comprometieron a fondo con dicha  convocatoria, que a la final no resulto como lo esperaban, convirtiéndose en una completa desilusión. Además  de  patrocinarse la fractura del movimiento sindical, algo  que no debe ocurrir en ningún gobierno democráticamente  elegido.

El denominado “sindicalismo clasista” fue  uno de los que convocó  para apoyar a Petro, en unión con los partidos marxistas leninistas que hacen parte del Pacto Histórico, y que siguen manejando el discurso miserabilista, fatalista y supersticioso de la lucha de clases, que la confunden con la lucha social, la cual si es inherente a todos los seres humanos, de ahí que el tal “sindicalismo clasista” es una invención para vender la idea acerca de que la doctrina  de los trabajadores,  como si fuera un “mandato divino” es la marxista, lo que constituye un exabrupto que ofende los pilares del movimiento de los trabajadores.

El Sindicalismo Democrático   que representa a la mayoría de los trabajadores sindicalizados  en el  país, no se prestó para la  maniobra gobiernera del 15 de noviembre y fue enfático en rechazar la utilización de las organizaciones obreras, expresándose con diferentes declaraciones públicas, lo que de  antemano presagiaba el  fiasco de las marchas,  sumado a  la poca capacidad de convocatoria que tienen los partidos de gobierno; de tal suerte que es un contrasentido para el sindicalismo encontrarse de un lado en la lucha social callejera, buscando las reivindicaciones  de los trabajadores y del pueblo en general y por  el otro lado un sector minoritario estar respaldando con una  movilización exigua a un gobierno, que hasta ahora  solo  ha entregado ilusiones, siguiendo la ruta del marxismo cultural para adocenar a la población.

Queda demostrado que con lo ocurrido el 15  noviembre, se empieza a observar la frustración de grandes sectores de la ciudadanía, puesto que varias de las promesas de campaña de Gustavo Petro son inviables y por ello surge  el desencanto, antes de  lo previsto, a lo que se agregan una serie de reformas como la tributaria que va a condenar a los  sectores populares  al aumento de la pobreza y el hambre.

De modo que le corresponde al   Sindicalismo Democrático saber percibir el momento social y político por el que atraviesa la nación, para dar respuesta con la lucha diaria a las múltiples necesidades que tienen los colombianos, ya  que ni este, ni ningún gobierno anterior, ni tampoco cualquiera que venga, le  pertenece a los trabajadores,  en razón  a la concepción histórica libertaria del sindicalismo, que por  ninguna circunstancia puede estar bajo la  égida de gobierno alguno.

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