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¡Qué tapa resultó la Corcho! Por: María Patricia Ariza Velasco

¡Qué tapa resultó la Corcho! Por: María Patricia Ariza Velasco

De asombro en asombro vamos desde agosto de 2022 en este país, con el gobierno posesionado entonces, integrado por el primer mandatario (con minúsculas) y ministros ineptos, que producen ideas y por tanto proyectos y programas absurdos, personajes improvisados que no tienen ni tendrán el talante para generar políticas dentro de la lógica de administración o gerencia para cada uno de sus sectores.

Hoy la “perlita” del día, le correspondió a la señora Corcho, quien se dice ser médica, pero entra uno a dudar la posibilidad, porque  desconoce el moderno juramento o promesa hipocrática, reconocida por la Asociación Médica Mundial desde 1948, documento central de la ética de los galenos que señala entre otros apartes:  PROMETO SOLEMNEMENTE dedicar mi vida al servicio de la humanidad; VELAR ante todo por la salud y el bienestar de mi paciente; RESPETAR la autonomía y la dignidad de mi paciente; VELAR con el máximo respeto por la vida humana; (…);EJERCER mi profesión a conciencia y dignamente y conforme a la buena práctica médica; PROMOVER el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica; OTORGAR a mis maestros, colegas y estudiantes el respeto y la gratitud que merecen;  (…); CUIDAR mi propia salud, bienestar y capacidades para prestar atención médica del más alto nivel; NO EMPLEAR mis conocimientos médicos para violar los derechos humanos y las libertades ciudadanas, incluso bajo amenaza…

Dentro de sus últimas declaraciones al periodismo escrito y hablado del país, ofendió a los médicos de manera grotesca y por ende sin ninguna consideración ni respeto frente al cual está obligada como cualquier médico frente a sus colegas en el país que sea. La señora se quita la careta de “progre” y responsabiliza a los médicos de disparar el gasto público, “al inducir la demanda en el nivel primario” (se refiere a intervenciones, terapias, medicamentos). ¡Qué exabrupto! Además, con su proyecto de reforma de la salud, que es una copia que no soporta la prueba de “turnitin” (para evitar el plagio) según algunos que conocen el texto escrito, pues el resto del país sabe de las intenciones pero no conoce el contenido exacto, también ataca directa, frontalmente, el derecho a la vida, que lleva a preservar el derecho a la salud, una conquista de los derechos humanos y en Colombia concretamente todos los avances logrados a nivel de derechos fundamentales a través de muchísimas decisiones de tutela de la Corte Constitucional a partir de la Constitución Política de 1991, para acceder a la prestación de servicios, terapias, cirugías tratamientos, etc,  impulsados si,  en honor a la verdad por médicos en los niveles primarios, que si comprenden el sentido de tan valiosa profesión y su profundo compromiso con la humanidad. Muchas tutelas permitieron tratamientos urgentes y necesarios para niños, niñas y adolescentes, adultos y ancianos; otras ordenaron cirugías para que las personas obtuvieran una mejor calidad de vida; cirugías múltiples en tantas especialidades, acceso a medicamentos que solo eran posibles a personas con capacidad económica solvente.  También se aplicó a los usuarios del sistema subsidiado que ha beneficiado a muchos necesitados y objeto de abusos por otros. Si, fueron esos médicos que a veces lloran por los sufrimientos de sus pacientes y los acompaño en ese llanto, esos que se sienten impotentes cuando desde sus conocimientos médicos y humanos no logran solucionar los dolores y las condiciones propias de la morbilidad y mortalidad.

Los derechos fundamentales en nuestra Constitución Política, son un compendio de los derechos humanos y sobre esta base se ha venido desarrollando el sistema de salud en las últimas décadas, sacando la atención médica asistencial de la administración directa al Estado, porque probó que no era capaz de hacerlo (que falla no estudiar historia). Tan clara es la situación que las encuestas rápidas a población de diferentes estratos sociales indican que no es tan pérfido como lo califican los “progres”, para robustecer su discurso demagógico.  Es tan disparatada la intención de acabar lo que funciona, que un ministro del mismo gabinete reacciona y un senador médico de las mismas simpatías ideológicas también lo hace.

El deseo de la Corcho, es una prueba más del abuso de la discursiva de los derechos humanos pervertida por los “progres”, que solo sirven para hacer oposición llena de discursos altisonantes y señalamientos mentirosos, pero no están ni estarán preparados para  aplicar los principios de eficiencia, moralidad y celeridad de la administración pública, porque en la práctica real, como lo demuestran, no tienen la capacidad de aplicar los derechos mencionados, que no signifique el menoscabo de sus avances, es decir del principio de progresividad y no regresividad, que es lo que pretende la pretendida galena que obvio también desconoce los cientos de sentencias condenatorias proferidas por el Consejo de Estado o Corte Suprema de Justicia, por las fallas médicas, sustentadas estas últimas en las prácticas inadecuadas, que le han restado la oportunidad de salud o vida a colombianos, por las decisiones de algunos integrantes de personal de servicios médicos asistenciales, entre ellas por no ordenar pruebas diagnósticas y tratamientos oportunos. Las propuestas retrogradas, vanamente experimentadas en otros países, de la señora mencionada nos llevan al abismo, no solo empobrecer a los colombianos es el propósito del gobierno nacional vigente, también matarlo con mayores males. Que alguien le recuerde a la ministrica que los experimentos fallidos del servicio de salud de Venezuela, iniciados con Chávez y continuados con Maduro, llevaron a rasar por lo bajo los servicios y prestaciones en salud y no en mejorar, hasta el punto que la prevención de enfermedades endémicas a través de vacunas dio como resultado población venezolana no inmunizada como por ejemplo en sarampión, lo cual asumió Colombia con ocasión del trágico éxodo en  la huida desastrosa del sistema político y económico de su país.

Debe reiterarse que la narrativa de la izquierda, siempre está plagada de eufemismos y elementos de distracción. Pretenden aplicar los modos de la economía del Estado de bienestar, donde los mejores modelos son los países nórdicos, pues la organización estatal se encarga de administrar y distribuir servicios, desconociendo que este modelo exige mayor rigurosidad en materia impositiva cumplida por sus ciudadanos, que se sienten satisfechos, pues la presencia de la corrupción es mínima o nula en todos los niveles y sectores, partiendo de sus propios ciudadanos. Acá sabemos que el índice de corrupción nos tiene situados en el podio de los más elevados en el planeta.  La discursiva de la izquierda colombiana, parodiando, remedando modelos obsoletos y comprobadamente fracasados, se apropió y pervirtió el discurso universal de los derechos humanos, llenando de eufemismos el lenguaje para evitar que el común de los ciudadanos descubra que colocan antifaces o máscaras a la variedad de conculcaciones, violaciones, arrasamiento a todo el abanico de los derechos humanos a nivel universal o interamericano. Lo hacen sin vergüenza, porque carecen de ella, aprovechándose que la derecha o como quiera llamarse a quienes no son seguidores de su demagogia, no los estudian y hoy justifican no acudir a tribunales internacionales porque son “zurdos”, desconociendo que allí han tenido eco, porque sus usuarios son de la izquierda, que se preparó ideológicamente para sacarles partido.

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