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Claudia López cada vez más enredada con los vándalos de Bogotá. Por: Eduardo Mackenzie

Claudia López debe cesar de negar su complicidad con la Primera Línea y comenzar a hacer sus maletas.

Si la alcaldesa verde de Bogotá  (verde por fuera y roja por dentro) cree que puede entrar en negocios obscuros con los terroristas de Primera Línea y mentirle frescamente a la prensa sobre eso para seguir en el cargo y buscar en 2022 el apoyo electoral de ese conglomerado lumpen,  está pensando mal.

Pues la inconformidad de los bogotanos es cada vez mayor. Si algunos creyeron al comienzo que las “marchas” eran “pacíficas” y que podían ser apoyadas, ahora la mayoría sabe que ellas eran protestas subversivas que sirvieron de pantalla y escudo a los comandos que querían matar policías y cometer todo tipo de crímenes. La capital de la República, y 12 ciudades más, viven desde el 28 de abril pasado ese drama y ese drama le abrió los ojos a todos. 

Las relaciones obscuras que tiene la cuestionada alcaldesa con los vándalos ya no son ocultables: la prensa y las redes sociales comenzaron a destapar la olla. Algunos detalles de lo que ha ocurrido ya están en la plaza pública. Las versiones azucaradas habituales y las mentiras asombrosas de los promotores del “paro nacional” ya no hacen mella en la conciencia popular.

Claudia López está jugando con su empleo como alcaldesa de Bogotá. Ya es hora de que la Procuraduría obtenga su destitución, ante el cúmulo de ilegalidades que ha cometido.

La Fiscalía, dijo la revista Semana, tiene indicios de que miembros de  Primera Línea que fueron a ese despacho “podrían hacer parte de grupos criminales que están atentando contra los bienes públicos, la propiedad privada y la vida de las personas” de Bogotá.

Semana reveló que Claudia López y su brazo derecho,  Luis Ernesto Gómez, tuvieron una reunión a puerta cerrada, de más de cuatro horas, el 3 de julio, en oficinas del Palacio Liévano, con 25 integrantes de ese grupo ilegal. A ese extraño aquelarre asistieron también líderes de otros grupúsculos clandestinos como “Escudos azules”, “Portal Américas” y “Portal Suba”. Algunos de ellos permanecieron encapuchados. 

La revista afirma que los invitados presentaron sus exigencias. Quieren que la alcaldesa, y el gobierno de Iván Duque, se las arreglen como puedan para satisfacer sus demandas: desmonte del Esmad, evitar la captura y sanción penal de los vándalos, incluso de aquellos que han cometidos delitos de sangre.

Recordemos que un bebé murió el 4 de junio,  por culpa de  manifestantes que inmovilizaron y sacudieron una ambulancia que iba hacia Bogotá. Nadie olvida que el joven Camilo Vélez murió al chocar violentamente contra un cable que los vándalos habían puesto en una avenida. El 24 de mayo, los vándalos atacaron en Bogotá 16 ambulancias durante la madrugada pues una tal Alexa Rochi dijo en twitter que esos vehículos “transportaban armamento del Esmad”. Las ambulancias sólo “socorrían heridos civiles y uniformados”, constató la prensa.

Estos son solo algunos casos que muestran la gravedad de los crímenes, cometidos por los vándalos y los organizadores del “paro nacional” que aspiran a la impunidad total.

Primera Línea advierte, en efecto, que si los capturan ellos clamarán que son inocentes y que esas capturas son “falsos positivos”. Exigen que los sectores afectados por los bloqueos de avenidas y barrios sean legalizados bajo el nombre de “espacios de resistencia”.  

En otras palabras, quieren que lo ilegal sea llamado legal, que el horror sea aceptado como un paraíso, y todo con la anuencia de Claudia López e Iván Duque. Para eso servirán las “mesa de diálogo con las autoridades”. En esas “mesas” nada debe ser reprochado a los vándalos. Por el contrario, esas reuniones deben ser, sobre todo, “puntos de encuentro” y no de discusión.

Como los bandoleros le tienen tanto miedo al heroico Esmad,  y como los desmanes y asaltos serán relanzadas dentro de unos días, los invitados de Claudia López enfatizan que no quieren más intervención del Esmad “en las protestas que se desarrollen en los próximos días”. En lugar de mandarlos a freír espárragos, la alcaldesa extremista le prometió a la Primera Línea recibirlos en los próximos días.

La flamantes “unidades investigativas” de los diarios de Bogotá no han podido descubrir qué otras promesas hizo Claudia López ese día. ¿Acuerdos bajo la mesa con el poder judicial? Algunas exigencias no son competencia de ella, ni del presidente de la República, como el desmonte del Esmad y la impunidad anticipada por todos los crímenes cometidos. Pero eso no importa. Hoy en Colombia las instituciones están por el suelo y cualquier golpe de mano es posible.  

La alcaldesa trató de ocultar que se había reunido con esos energúmenos. Cuando se dio cuenta que negar era inútil, López optó por desfigurar el hecho: habló en varios twitters de una inocua reunión “con jóvenes”. Dijo que ella imitaba a Ingrid Betancourt y a Francisco de Roux, quienes habían conversado con Primera Línea. ¿Esos encuentros también fueron clandestinos? La página web del Cinep sigue muda al respecto.

“¿Si no iban a nada para qué se reunieron a escondidas de la ciudadanía?”, se preguntó con gran lógica la periodista Andrea Nieto, de Semana.

Luego de abandonar a su suerte a Bogotá durante las asonadas,  Claudia López sigue frenando la información. Su actitud es escandalosa.  ¿Es posible que la alcaldesa se reúna  con gente encapuchada para discutir la suerte de los bogotanos y después oculte esa reunión, los temas tratados y los nombres de sus interlocutores? ¿Qué compromisos hizo con los vándalos? ¿Cómo se llaman los individuos que hablaron con ella?

Nada dice pues la seguridad de Bogotá es la última de sus preocupaciones. Como lo son los proyectos que le interesan más a los bogotanos. En lugar de reunirse con los ingenieros para avanzar en construcción de la primera línea del metro de Bogotá, Claudia López se reúne con la Primera Línea de los que destruyen a Bogotá. ¿Paradógico? No. Ella tiene abandonado ese proyecto: en 2020 admitió que esa primera línea solo estará lista en 2028. Bajo su orientación los trabajos van a un ritmo digno del siglo XIX.

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